Un artista pacense: Angel Pérez Espacio

Angel Pérez Espacio por Diego Algaba

La primera vez que entré en el estudio de Ángel Pérez Espacio me quedé impresionado, sin palabras. Esperaba una sala repleta de cuadros acabados y cuadros por acabar. Sin embargo, me encontré con un conjunto de figuras alineadas como un ejército, unas esculturas de gran tamaño con la figura de personas de la calle que habían posado para él. Siempre me ha parecido mágico que de un trozo de barro salga una cara, un cuerpo perfecto utilizando solamente las manos.

La primera vez que vi a Ángel fue muchos años atrás. Su hermano jugaba al fútbol en el mismo equipo que yo. Ángel iba con su padre a ver los partidos. Tendríamos 14 o 15 años. Mientras la mayoría de los jóvenes estábamos embobados jugando y pensando en el balón, Ángel tenía en su cabeza y en su mirada la pintura.

Dejé de verlo la siguiente temporada, cuando su hermano se fue a otro equipo. Volví a encontrarme con Ángel diez o doce años después, con él, no, con un cuadro suyo. Por aquellos entonces yo trabajaba y vivía en Llerena y una tarde fui a Fuentes de Cantos para ver las obras finalistas del concurso de pintura Nicolás Megías, un concurso que actualmente se sigue celebrando con el nombre de Zurbarán.

En aquella sala de la Casa de la Cultura había una obra de Ángel. No sabía que era suya, el apellido Pérez Espacio no me sonaba, de su hermano solo sabía que se llamaba May. Aquella tarde en la sala de exposiciones de Fuente de Cantos no había nadie, una sala triste, más bien oscura, que tenía colgadas en la pared las obras seleccionadas. Ahora, después de tantos años, todavía recuerdo el cuadro de un rostro de gran tamaño que me sobrecogió en aquella sala solitaria, un poco desolada igual que la mirada del hombre del retrato, un retrato que me gustó más que la obra que fui a ver, que pertenecía a una pintora con la que por aquellos entonces andaba yo en amores.

Una semana después volví a Fuente de Cantos, aquel retrato del rostro grande resultó ser el ganador del concurso de pintura, Premio Pedraja de pintura.

En la actualidad conozco a Ángel de verlo en salas de arte y exposiciones. El año pasado salió mucho en prensa, televisión y radio cuando ganó el premio Pedraja de pintura. Ángel Pérez Espacio es hijo de inmigrantes, nació en Francia, en París. La familia regresó a Badajoz cuando él tenía 14 años. En aquella época fue cuando su hermano, que venía de jugar al fútbol en París, fichó por mi equipo, su nombre era May aunque lo conocíamos como ‘el francés’.

A Ángel le atrapó la necesidad de crear desde niño. Ahorraba el dinero que le daban para chuches y compraba tubos de óleo. Con 12 años pintó su primer cuadro, con 15 hacía bodegones. Pintaba bodegones porque siempre le gustó pintar del natural y lo que tenía más a mano por aquellos entonces eran las frutas y verduras que tenía su madre en la cocina.

Los bodegones los vendía con facilidad. Con ese dinero alquiló una cochera en San Roque que utilizó como su primer estudio, hasta que se cansó de los bodegones. Quería seguir avanzando en el conocimiento de la pintura, entonces se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios. Estuvo un tiempo hasta que vio que allí ya no le podían enseñar más de lo que sabía. Ángel quería seguir avanzando en su técnica y sus conocimientos, quería encontrar una pintura con la que sentirse identificado. En esa búsqueda, en su afán por pintar mejor y seguir aprendiendo, se fue a Barcelona donde estuvo viviendo en casa de unos familiares.

En la ciudad condal descubrió el círculo San Lluc, que según dice fue el punto de inflexión en su carrera. En San Lluc se pintaba con modelos reales. Esto fue un antes y un después en la trayectoria de Pérez Espacio. En San Lluc no había profesores que le guiaran, así que descubrió por él mismo lo que era pintar del natural. Desde entonces, esta ha sido su forma de trabajar, de sentir la pintura.

Con el tiempo ha ido adquiriendo más técnica, más conocimientos, su carrera ha sido un aprendizaje continuo en busca de una obra personal. Después de Barcelona llegó el servicio militar. Estuvo haciendo la mili en Pontevedra. Le dejaron una garita en desuso, la transformó en su pequeño estudio y presentó un cuadro a un concurso en la Coruña y ganó el primer premio. Esto alertó a los mandos militares que se dieron cuenta de que en ese reemplazo había un artista. Desde ese momento le hicieron encargos para que pintara en el cuartel, sobre todo cosas religiosas en la capilla.

Cuando acabó la mili, regresó a Badajoz, pero tenía el gusanillo de volver de nuevo a París, y se fue. En París iba todos los días al Louvre donde practicaba copiando a los grandes autores del museo. Después de pasar por París, Barcelona, por el Círculo de Bellas Artes de Madrid, se instaló definitivamente en Badajoz para desarrollar su obra. Compró el estudio que tiene actualmente de dos plantas, una destinada a la escultura, otra a la pintura y otra parte a la enseñanza. Organiza talleres, por la tarde tiene un grupo al que enseña sus conocimientos de pintura, que son muchos. Da gusto oírle hablar de arte.

Cuando le pregunto cuáles son sus influencias, qué pintores le gustan, dice sin dudarlo Velázquez y Rembrandt. El cuadro que considera el mejor de la historia dice que es el retrato de Inocencio X. Este cuadro se encuentra en la galería Palazzo Doria-Pamphili de Roma. Cuando el Papa vio el cuadro una vez acabado, dijo «troppo vero», demasiado real. Parece que al Papa no le gustó por ser demasiado real en un tiempo que se tendía a la idealización de la figura humana, embelleciendo los defectos. Ángel tiene en su estudio, pegado a la pared junto a una repisa llena de botes con pinceles de todos los tamaños y colores, un póster con el cuadro de Inocencio X.

Un día vio en los minutos culturales del telediario que había en el Reina Sofía una exposición de Freud, se quedó tan impresionado con su obra que ese mismo día viajó en autobús toda la noche hasta Madrid para ver al día siguiente la exposición de Lucian Freud. Desde entonces, se convierte también en un referente de su pintura.

Ángel imparte clases de pintura, siempre ha vivido del arte, ha vivido por y para el arte. Siempre he admirado aquellos que han tenido la valentía y la honestidad de dedicarse exclusivamente a su pasión, sin pensar en asegurar el futuro con otro trabajo, con la seguridad de una oposición.

Firma muy cotizada.

Si Ángel se hubiera instalado en una ciudad como Madrid, Barcelona o París, probablemente el apellido Pérez Espacio sería hoy un apellido universal y su firma estaría muy cotizada. Actualmente, igual que cuando empezó, Ángel continúa con su afán de aprender, de realizar su obra en una búsqueda interior. En cada uno de sus desnudos se desnuda él. Pinta porque tiene la necesidad de pintar. Crea para él, para expresar sus más hondos sentimientos sin imposiciones, sin someterse a nadie, ni a modas, ni encargos, pinta para él aunque lo que crea valga para muchos, y sea una importante aportación al mundo del arte.

Me dice una alumna que Ángel, además de ser uno de los mejores pintores actuales, es mejor persona que pintor.

Los que siguen esta columna saben que aquí se tiene debilidad por gente buena aunque eso no esté de moda. Ángel Pérez Espacio es grande también por su humildad.

Este artículo ha quedado corto, un poco telegráfico. Necesitaríamos varias páginas para hablar de los premios, de los reconocimientos, de la trayectoria, de su coherencia.

Aquí tampoco he hablado de sus espectaculares esculturas, de las que podemos escribir otro día, si el autor y ustedes quieren.

 

https://www.instagram.com/perezespacio/

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